Su vida interior se vió fortalecida en las virtudes teologales gracias a una intensa vida de sacrificio a la luz de la fe, con una esperanza que la llevó a perseverar en la persecución poniendose al servicio de Dios y de la salvación de sus hermanos, fruto de una intensa caridad.
Ardiente amor a la Eucaristía
Dado que María vivía con su familia en un departamento en Buguruslán y que en los últimos años de su vida el sacerdote no se encontraba de manera permanente en dicho pueblo, sino solamente unos 10 días al mes, las posibilidades de asistir a la Santa Misa y de realizar la Adoración eucarística se veían limitadas. A pesar de esto, su devoción al Santísimo Sacramento era tan grande que adquirió la costumbre de rezar delante de una estampa de la Eucaristía, haciendo de este modo Adoración y Comunión espiritual.
Grande era su alegría cada vez que la visitaba el sacerdote y tenía la ocasión de participar de la celebración Eucarística, estando en presencia de Jesús Sacramentado.
En una carta cuenta: “Ayer el P. Raúl trajo el Santísimo con la exposición (Adoración) y así hemos rezado una hora. La mitad en silencio… y así le he dicho todo a Jesús que quiero unir mis dolores con sus dolores en la Cruz, no como yo lo quiero sino como Dios lo quiere. Oh Jesús no me dejes en la hora de mi muerte. Se un juez benigno para mí.”
Defensora y confesora de la fe
María se puso al servicio de Dios sin cansarse, sin esconderse ni renunciar a su fe delante de las autoridades soviéticas. Junto con otros católicos de Buguruslán, pasó momentos de mucha dificultad y peligro personal, momentos en los cuales se mantuvo firme en la defensa de la Verdad que profesaba. Escribe en una de sus autobiografías: “Debíamos presentarnos frecuentemente delante de las autoridades, para convencernos y para negar a Dios. Pero ellos no tuvieron éxito”.
Celo apostólico
Por falta de sacerdotes, durante muchos años fue ella la que instruyó a la gente en la fe, con una catequesis profunda, preparando para la recepción del bautismo, de la primera comunión y de los demás sacramentos, que podrían ser administrados solamente cuando pasara por allí algún sacerdote. Ni los 40 grados bajo cero la frenaron para visitar enfermos, rezar el Santo Rosario con ellos, explicarles acerca del uso del escapulario y llevarles la Santa Eucaristía que había consagrado un sacerdote y le había dejado a ella y a su hermana Magdalena para repartir.
A sus 82 años, cuando finalmente en Buguruslán se establecieron los sacerdotes del IVE, decía: “Mi vocación ya no es el bautizar sino el evangelizar”.
Así, durante muchos años siguió visitando las familias de los católicos, especialmente de origen alemán. Con ellos se reunía para rezar el Santo Rosario, acompañaba a los enfermos, los moribundos, recordaba a los fieles las fiestas de Navidad, Pascua y otras fiestas litúrgicas. Ella pasó su vida enseñando a muchos los valores de la fe, los mandamientos, las devociones; acompañando a los sacerdotes y a las hermanas a visitar enfermos. Y cuando ya su salud no se lo permitió, rezaba desde su casa para que ellos pudiesen alcanzar la salvación eterna.
Paciencia y alegría en la cruz
“En nuestro sanatorio (el hospital donde trabajaba) yo era considerada como la más grande delincuente. En la pared colgaba un gran cartel con la foto del mejor trabajador: de ahí se arrancó directamente la mía. El médico-director me mandó a llamar a su oficina y me gritó por puro odio: “tú nos has hecho pasar vergüenza a todo el personal. Mañana nos reuniremos todos, te pondremos en el medio de todos y tendrás que confesar cuán atrasada (con el trabajo) estás; que tienes solamente ancianos alrededor tuyo y que les has leído diversos libros y canciones y demás cosas. Tú tienes que confesar que eso es pura fantasía y debes pensar qué tipo de mancha pesa sobre ti”.
Yo dije: “Si, pueden hacer lo que quieran; yo callaré y callaré. También Jesús cayó ante Pilato”.
Devoción a María Santísima
Durante su vida se destacó en la piedad mariana, sabemos que su oración más apreciada, luego de la Santa Misa, era el rezo del Santo Rosario, el cual rezaba todos los días por la conversión de los pecadores y por la Iglesia católica.
María transcribió a mano muchas oraciones de la Santísima Virgen encomendándole a Ella todo su apostolado. Solía decir: “Un solo Ave María vale más que todo el mundo”.
Amor a la Iglesia
Mons. Clemens Pickel era el sacerdote que a principio de los años 90 visitaba cada tanto el pueblo de Buguruslán. Los padres del IVE trabajaron un tiempo con él en la parroquia de Marx. Mons. Clemens escribió una carta a los fieles de Buguruslán proponiéndoles que, si ellos estaban dispuestos a mantener a los sacerdotes, se podría hacer presente de forma permanente la Iglesia Católica en el pueblo. En una primera instancia los fieles de Buguruslán respondieron negativamente al pedido de Monseñor ya que no se veían en condiciones de ayudar económicamente a los sacerdotes. Pero fue María Fix, quien después de haber reflexionado habló con el Padre Pickel para decirle que mandara los sacerdotes igualmente, que Dios en su Providencia les iba a ayudar, pues lo más importante era tener un sacerdote en el pueblo.
Decía luego de unos años de misión de los padres: “Cuantos esfuerzos y pasos, noches de insomnio, desánimo, etc., habrá tenido que pasar el Padre Juan Carlos. Pero él lo ha logrado, a pesar de que mucha gente piensa y dice, ¿por qué una Iglesia? – los ancianos están muriéndose y los jóvenes no quieren saber nada al respecto. – NO – y otra vez NO, Dios lo ha querido y Él seguirá ocupándose en adelante”.
Oración ferviente
María fue una mujer misionera de alma, muchas veces repetía, durante los últimos años de su vida, que quería ser joven para poder trabajar y llevar a todas las personas a la Iglesia. Lamentablemente su estado de salud no se lo permitía, pero esto no le quitaba nada a su empuje misionero que vivía principalmente en dimensión contemplativa, ofreciendo sus oraciones por la obra misionera de la Iglesia.
Ciertamente Dios ha escuchado los ruegos insistentes de María Fix. Sólo es explicable a través de la gracia de Dios que un pequeño grupo de personas haya podido perseverar en la fe sin sacerdotes, en el pueblito de Buguruslán, en el corazón de la Rusia atea. Esto es obra de Dios, favorecida por el trabajo de evangelización de una mujer y por el ejemplo de santidad de muchos cristianos que supieron vivir y morir por Cristo.